Koba el Temible:Dsachtó?
La risa. Pregunta: por qué los policías soviéticos patrullan la calle de tres en tres.
Respuesta: Porque hace falta un policía que sepa leer, otro que sepa escribir, y un tercero para vigilar de cerca a los dos intelectuales.
Los Veinte Millones. Aquellos que murieron entre 1917 y 1953, año del fallecimiento de Stalin. Los números son aproximados. Se ha considerado derechista calcular al alza, pero hay quien afirma que las cifras puedan rebasar las bajas civiles y militares en todo el mundo producidas durante toda la Segunda Guerra mundial (40-50 millones). ¿Por qué tantos?
La gente vería de mal gusto hacer bromas sobre los campos de exterminio nazi. Sin embargo, se usa la risa para explicar este otro periodo negro del siglo XX. De hecho, los primeros en utilizarla son los propios soviéticos. Ahí va otra: la policía política llega a un bloque de apartamentos a las cuatro de la madrugada y comienza a golpear la puerta de una casa. Desde dentro responden, "Os habéis equivocado de sitio, los comunistas viven en el piso de arriba". ¿Por qué es gracioso?
El Traficante maneja buenas referencias acerca Martin Amis y sabe que es un reventador de tópicos: su libro Tren nocturno es una novela policial, no simplemente policiaca. Y, en opinión del Traficante, el libro de relatos Mar gruesa contiene uno de los mejores relatos de ciencia ficción de final de siglo como es "El portero de Marte". Maneja un estilo literario despiadado que va envuelto en la ironía, muy al uso de tiempos como estos en que es necesario ser despiadado con ciertas letras y ciertos textos (y por qué no, ciertas personas) que parecen inamovibles.
El autor se presenta en esta obra como un tío que simplemente ha leído varios metros de estantería con libros sobre el tema. El que ha escrito él no es uno de historia, ni un ensayo político (demasido político, se entiende), ni siquiera una biografía acerca de Iosif Visarionovich Dzhugashvili, alias Stalin, alias Koba (aunque sí puede tratarse de un cursillo sobre Koba el Temible, tal como se titula la parte principal del libro). Se clasifica el libro como "memorialístico", y más parece un ajuste de cuentas con el pasado y el entorno personal que otra cosa. Aparecen recuerdos de su padre Kingsley Amis, también novelista y militante comunista en su juventud de Oxford, de la propia juventud de Martin, cuando escribía artículos culturales para la prensa izquierdista británica. Sobre todo hay inquisiciones acerca de la intelectualidad occidental en general que se dejó seducir en su día por ciertos ideales (o aún se deja), cerró (cierra) los ojos, y disculpó (disculpa) ciertos excesos, comportamientos, políticas destinadas a provocar lo que Amis llama el hundimiento del valor de la vida humana. ¿Se volvieron ciegos o miopes? ¿Por qué?
Más a fondo, se puede decir que lo suyo es un ajuste de cuentas contra la mala literatura y los malos literatos. Amis incluye tantos ejemplos que bien se podría decir que toda la experiencia socialista en la URSS fue un proceso contra la buena literatura y el talento en general. Cuando se dice que los intelectuales son tipos sensibles es porque se dan cuenta enseguida que ha cambiado la dirección del viento, y por eso se encuentran entre los primeros en caer.
Del lado de diablo: Lenin farragoso emborronador de páginas, quien declaró una vez que los intelectuales son mierda. Trotsky, dotado de cierto estilo literario, y a quien su propio exilio y asesinato no le libraron de ser el mismo un criminal. Y el ex-seminarista georgiano Koba, apodo tomado del personaje de una mala novela realista rusa que todos los aprendices de revolucionario habían leído en su juventud. Algo así como si todos capos colombianos de la droga tuviesen de libro de cabecera los poemas de un plagiador de Baudelaire. De Stalin/Koba hay atribuido un poema que el traficante no reproduce aquí por el respeto que aún le queda hacia la literatura. Amis recoge la idea de que se podría hacer un curioso libro antológico con la mejor lírica de Mao, Castro, Stalin y Ho chi Min; el volumen incluiría una selección de acuarelas de A. Hitler.
Los caídos: Gorki, el clásico de su época; éste en vez de adular al régimen fue adulado por él, lo que quien sabe si fue peor, ya que fue utilizado como escaparate ante el mundo del poder cultural de la URSS. El resto de la compañía corrió diferente suerte: desde los directamente fusilados como Isaac Babel, hasta Bulgakov, que vivió muerto en vida porque jamás se le permitió volver a publicar nada. Otros como Solzhenitsin o Shalamov se convirtieron en auténticos escritores precisamente a partir de su experiencia en el sistema de campos de concentración soviético, el gulag.
La enumeración de barbaridades físicas e intelectuales, de paranoias del poder a la busca de culpables en todas partes, de imposiciones del idealismo sobre su entorno y la sustitución de la realidad, que es el auténtico espíritu del totalitarismo, parecen no tener fin en el libro. Amis describe brevemente una batalla anónima, imaginada, pero que debió ocurrir en muchas partes del frente oriental durante la II Guerra mundial. Si la guerra parece una locura por sí sola intenta pensar en esto: dos unidades combatiendo entre ellas con ametralladoras, artillería (posiblemente), incluso puede que tanques. Y al otro lado del campo de batalla un tercer ejército a la espera. Gracias a la Orden 270 promulgada por Stalin, las llamadas unidades de bloqueo tenían orden de ejecutar a sus propias tropas en caso que estas se retirasen. Los que se rendían al enemigo podían dar por sentado la detención de sus familiares y la privación de cualquier derecho que todavía pudiesen tener. ¿Por qué?
Conocemos los nombres de Auschwitz y Treblinka, dice Amis, pero a casi nadie le suenan sitios como Vorkuta o Slovetski. ¿Por qué? El genocidio de los judíos en la Europa de los años cuarenta tiene varios nombres: Holocausto (una palabra errónea que hace pensar equivocadamente en un sacrificio religioso), o Shoáh, el viento de la muerte de alas negras. Al genocidio del periodo soviético, entre la revolución de Octubre y la muerte de Stalin, no se le da ningún término concreto que resuma en una palabra toneladas de información, estadísticas, historias personales o simple chismorreo histórico. La guerra civil posterior a la Revolución Rusa, la represión directa que siguió, la deportación y los campos de trabajo, y, sobre todo el hambre: la principal hambruna a partir de 1938 fue producto de uno esos experimentos de terror económico consistentes en convertir a los granjeros propietarios de su tierra trabajada en braceros colectivizados y confiscar todas las reservas de grano para exportarlo al exterior.
Si hubiera que buscar una palabra Martin Amis apostaría por Dsachtó?: ¿por qué? "¿Por qué?" era la pregunta que se formulaba cada cual todos los días en el archipiélago gulag. Podemos imaginarnos esa palabra grabada en todos los árboles de la taiga. Y nadie sabía el porqué.
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